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Portada original del disco "Soulville" de The Ben Webster Quintet. 1957 (Verve) |
Que Parker, y no otro, fuera
heroinómano, se dice que tuvo un efecto perverso en toda una generación.
Bird, como solían llamarle, se había convertido en una figura icónica
en el mundo del Bebop, un mito vivo en el que todo músico de Jazz
aspiraba a reflejarse, incluido un joven Miles Davis que, gracias a la
frustración por no poder acercarse a su fraseo y técnica, tuvo que
explorar otras vías dentro de esta música durante su vida y se vio obligado a
convertirse un sublime ideólogo del género que suplía con creces su
mediocridad como instrumentista –según con quién se compare al mito, por
supuesto-. El altar sobre el que se erguía Bird, hasta elevarse por
encima de lo humano, muchos creyeron que estaba cimentado por
experiencias sensoriales a las que sólo podía abrazarse a través del
consumo de estupefacientes. Siendo sinceros, sería tremendamente injusto
decir que Bird fue el gran culpable del rastro de trabajos mediocres,
carreras frustradas, mentes y cuerpos enfermos e incluso cadáveres que
la droga dejó como legado en el mundo del Jazz; y es que Parker sólo
recogió el testigo de otros músicos del género y afines que ya tuvieron
adiciones décadas atrás, como, por ejemplo, el mismo Louie Amstrong, del que se sabe que fue un asiduo consumidor de marihuana.
Si bien es cierto que el consumo
de drogas estaba muy extendido entre músicos en los años treinta,
cuarenta y cincuenta –y alguna década atrás, si hablamos de marihuana o
dexedrina-, no es menos cierto que hubo intereses personales para que el
foco de atención de la lucha contra los estupefacientes se llevara al
escaparate del Jazz. La vulnerabilidad social de muchos músicos nacidos y
criados en entornos de pobreza, la discriminación racial que hacía que
sus derechos pudieran ser violados con la connivencia de las autoridades
y un marco de depresión económica tras los felices años veinte,
hicieron que algunas agencias antidroga, financiadas insuficientemente,
destinaran sus recursos a justificar su trabajo de la forma más
económica: acosando al más débil. A la cabeza de ello hubo una figura
omnipresente en los años treinta: Harry Anlinger, director de la Federal
Bureau of Narcotics. Anlinger comenzó una campaña feroz a golpe de
titulares de prensa, desprestigiando la música negra por las
consecuencias que podía acarrear su fascinación por parte de una
juventud blanca “limpia”.
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Harry Anlinger, director de la Federal Bureau of Narcotics. |
Es difícil discernir si un
movimiento es cultural o contracultural, personalmente creo que depende
del prisma con el que se mire. El Jazz era cultura negra pura y dura
pero, desde el punto de vista blanco y conservador, no dejaba de ser
contracultura: y la contracultura atrae irremediablemente al rebelde.
Apenas una década después de que Anliger comenzara su campaña contra el
Jazz, los blancos dejaron de ser meros espectadores del fenómeno para
comenzar a tomar parte de las riendas del género a través del Cool Jazz o
West Coast Jazz, como ya se comentó en entradas anteriores. La
notoriedad de gente perteneciente a familias de clase media y alta, como
pudo ser el pianista Bill Evans, y su adición o tenencia de drogas conocida por el
gran público gracias a los rotativos, se instrumentó como la
justificación evidente del peligro que la cultura negra podía tener
sobre la familia tradicional americana.
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Revissta Jazz Magazine, nº120. Año 1965. |
Hay mucha biografía sobre los
efectos de las drogas duras en algunas figuras míticas del Jazz. Es bien conocida la anécdota sobre Charlie Parker y su parte de defunción, donde el médico
lo describía como un varón de raza negra de unos cincuenta y cinco años de edad, cuando aún le
faltaban veinte para tenerlos. Sin embargo, lo que siempre campó a espuertas entre los
músicos fue el alcohol, curiosamente con mucha mejor prensa, pero con
efectos igual de devastadores.
El alcohol fue parte de una
seña de identidad de un tipo enorme al que apodaban “La Bestia" (The Brute, en inglés)”. Su
nombre real era Ben Webster, y se cruzó por primera vez con el propio Bird según lo descrito en el siguiente relato del escritor inglés Geoff Dyer:
“Se comenta que un día que se
había metido en el Minton´s para guarecerse de la lluvia, estaba en el
escenario un chico tocando el saxo haciéndolo gemir y retorcerse como
si el instrumento fuera un pájaro y quisiera retorcerle el pescuezo.
Esperó a que el muchacho acabara su solo, se subió al escenario le quitó
de las manos el saxo y le dijo:
-Se supone que no hay que tocar tan rápido ¿Cómo te llamas?
-Charlie Parker.
-Pues Charlie, vas a volver locos a los colegas tocando el saxo así.
Después se rio, con esa carcajada
burlona tan suya, y se volvió a marchar a la lluvia: como un alguacil
que acababa de quitarle un arma peligrosa a un vaquero borracho.”
Ben Webster fue saxo tenor, y no
cualquiera: uno de los más grandes. Aprendió a tocar el instrumento recibiendo lecciones del
propio Lester Young y, a principios de los años cuarenta, se incorporó a
la orquesta de Duke Ellintong, donde destacó hasta el punto de
convertirse en piedra angular de alguna de sus piezas más imperecederas,
como “All Too Soon”. "El Rana", como también le llamaban por sus llamativos
ojos enormes y saltones, era un hombre de una sensibilidad
extraordinaria, delicado, amigo de sus amigos, capaz de llenar de
lágrimas un escenario en un homenaje íntio a un compañero fallecido sin sentir
vergüenza por ello en una época en la que los hombres “no lloraban”:
hasta que el alcohol lo transformaba. En ese momento todos sabían que era mejor estar
lejos de él, todos excepto la famosa vocalista Billie Holliday, que en su espiral de autodestrucción no dudaba incluso en provocarle cuando la embriaguez sacaba a flote el talante más violento de Webster (fue el principio de una colección de hombres nocivos de los que siempre se rodeó).
Documento videográfico de la actuación Ben Webster y Teddy Wilson tras enterarse de la muerte de su amigo Johnny Hodges
Esta polaridad en su carácter se
plasmaba de alguna manera en su forma de interpretar el instrumento. Se suele decir que lo más difícil de
parir en literatura es un poema de amor, pues es muy fácil pecar de
melindroso; por analogía con lo anterior, Webster ha pasado a la historia por algo muy
complicado: ser un enorme baladista sin caer en el empacho, jamás. Su estilo aterciopelado, pausado y con un vibrato prodigioso, destilaba siempre un halo y energía contenida. Su
fraseo era muy vocal, hasta tal punto que en una ocasión, mientras
participaba haciendo un solo en una sesión, se detuvo contrariado;
cuando le preguntaron qué le sucedía, respondió: “Disculpad, es que se me
ha olvidado la letra de la canción”. Como curiosidad, decir que era
asmático, y con mucha probabilidad esto influyó en su forma de
enfrentarse al instrumento y fundirse con él.
El disco que he elegido para esta entrada,
“Soulville”, fue grabado en octubre del 1957 (Verve). A
Ben Webster le acompañó el piano de Oscar Peterson, el contrabajo de Ray Brown, la guitarra de Herb Ellis y la percusión de Stan Levey y es una de esas
joyas imperecederas de la música, pase el tiempo que pase, por siempre sonará
actual. Os seré sincero, el disco que nos ocupa fue el primero que
elegí mentalmente para iniciar blog: si te gusta el Jazz, o si puede
gustarte el Jazz, Ben Webster tiene que gustarte sí o sí, no hay alternativa posible en
esto. Sin embargo, no fui del todo valiente al ponerme en el lugar del público que ya
tenía tablas en el género y que podía llegar hasta el blog por mera
curiosidad, ya que podían tacharme apostar por la senda más tibia y
perder cierto interés para acudir a entradas posteriores. No obstante, hace un par de
días, un buen amigo dibujante y retratista preguntó cuál sería el músico
que más nos gustaría ver inmortalizado sobre un lienzo: el interesante rostro de Ben Webster
se me vino directamente a la cabeza... y entonces decidí rescatar mi
apuesta y llevarla sin pensarlo demasiado al blog.
"El Rana" no
era un músico prodigioso, pero sí ha pasado a la historia como un
intérprete monumental. Exactamente al revés que Miles Davis del que, de momento, su
“Kind of Blue”, tendrá que esperar.
Salud y música
MIl gracias! Me toca ponerme las pilas, porqué a este saxo no lo conocía.....
ResponderEliminarYa comentaré cuando me haya empapado del tema!
Un abrazo
Excelente entrada, como siempre !!
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